Creemos tanto en el peso del lenguaje, en sus maneras y en sus fondos, que seremos precisos y breves para contar lo siguiente: ya no existe ningún vínculo entre De Novia a Novia y La Libreta Morada. Gratitud con todas las personas que confiaron en nuestro trabajo durante cinco años y por todos los aprendizajes que nos sacudieron. Este es el fin de una época y, como es natural, la bienvenida de otra.
Si hace un par de meses, en medio de ese tránsito tan de ritmo propio que nos susurra suelta, sigue, olvida, aprende, avanza, cree, la vida nos hubiera concedido algún deseo, habríamos —con certeza inamovible— pedido un chispazo. Habríamos renunciado a nuestros dones si era el caso. Habríamos aceptado olvidar algunas palabras con tal de recibir una a cambio, una sola. Era todo lo que necesitábamos: porque para empezar cualquier ojalá, para soñar cualquier ojalá, para que cualquier ojalá ocurra hay que nombrarlo. Lo que no se nombra, no surge. Entonces, nos dimos cuenta: todos esos ojalá que ansiábamos eran también la palabra que buscábamos.
Todo cabe en un ojalá. La vida completa. Los anhelos enteros. Las ilusiones más sutiles y más hondas. Los caminos y los desencuentros. Lo que pasa y lo que no. Los pasos que se dan y los que no se atreven a dar. Un ojalá es más amplio que el mismo tiempo. Es la manera de medir deseos supremos.
Un ojalá es el puente para que dos universos paralelos se encuentren, para que lo que nos mueve por dentro se cumpla, para que los hilos se tensen: por eso este proyecto se llama así; porque creemos que muchos ojalá juntos terminan por confabularse y variar el rumbo de todo.